'Coworking' contra el pijama
Vea en qué consiste el 'Coworking' y a los españoles que utilizan este sistema de trabajo.
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En el mundo laboral ha aparecido una tendencia que hace furor: un espacio de trabajo común para trabajadores que no tienen nada que ver entre sí
"Yo trabajo en casa. Está muy bien. Tengo todo a mano, me pongo en faena cuando me da la gana y paro cuando me parece. No te tienes ni que vestir: me siento al ordenador aunque esté en pijama... Claro que hay días que empiezas por la mañana y se te hace de noche, sin comer ni haber pisado la calle. O te distraes con lo de casa. No tienes con quién comentar un asunto o a quién pedir una opinión... Estás solo. Completamente solo".
Así sería una especie de retrato sicológico de un trabajador moderno, emprendedor, abrazado a las nuevas tecnologías, autónomo y probablemente con un perfil creativo.
Estas Navidades Microsoft hizo un doble experimento en un edificio de la calle Fuencarral (Madrid). Puso en exposición sus artefactos, teléfonos, tabletas, consolas, sólo para ver y tocar (tal como está el comercio no es tan fácil), y un espacio de coworking, para observar en primera fila cómo profesionales, con necesidades variadas, usan sus tablets Surface y sus teléfonos Nokia Lumia en condiciones de trabajo real.
Los conejillos de indias fueron media docena de socios de Utopic_US. El coworking es una tendencia que hace furor: un espacio de trabajo común para trabajadores que no tienen nada que ver entre sí.
Cada cual alquila su sitio por horas mensuales, esporádicas, o en otras circunstancias, según las imaginativas tarifas de cada lugar. Un puesto habitual, con internet, enchufes, máquina de café, sala de reuniones, actividades y gente alrededor, puede salir por unos 100 euros al mes. No es alquilar una oficina. La gracia del coworking, aparte de que la decoración sea molona, es que son espacios abiertos, mesas alineadas, o salpicadas, sofás y rincones, en los que la gente se sienta con su portátil, su teléfono y lo que lleve en la mochila.
"Es como si fuera una empresa", dice Maricel Díez, diseñadora y artesana. La suya se llama Spike and Freak. A veces se queda en su taller para fabricar sus diseños (una manopla estilo Chewbacca, preside su mesa), pero "trabajar en casa era un aburrimiento de soledad. Hay que ver gente, socializar. A veces hay bullicio y a veces, no". Lo cual a Isabel Miras y Esther Vázquez, de Plan Addict, les da igual, porque se pasan el día en movimiento hablando por teléfono con clientes y proveedores. Organizan "planes de ocio y experiencias" a medida.
Óscar Cuevas podría resolverles algún apurillo informático. Con su startup Venture Labs, desarrolla un videojuego online, Escuderías GP, "un manager de fórmula 1". Ya tiene 12.000 registrados. También Juan Pineda, de Sofyma Web, entiende de chips. Es ingeniero informático. Hace diseño y desarrollo web. No necesita una oficina estable: tiene clientes en Francia y Alemania y un equipo en Bulgaria. Le da igual "trabajar en un tren o un avión" (y por eso se deshace en elogios de la Surface Pro 2).
Nadia Corsi, de Sylphides PI, trabaja en "gestión cultural". Teatro. También está en continuo movimiento. Tatiane Daud es "directora de teatro y audiovisual", trabajando ahora en una serie para web-interactiva, para niños de más de seis años. Ha descubierto "el lápiz digital y el programa de dibujo Fresh Paint" en Windows 8. Está encantada.
Coinciden en que, en un grupo tan heterogéneo, "se producen sinergias con compañeros, que ayudan a que surjan ideas y se pueden compartir cosas, te pueden echar una mano, resolverte dudas con sus experiencias o puedes contratar a alguien que está a tu lado para una colaboración". Son profesionales de características muy diferentes, pero comparten ciertas necesidades: levantarse por la mañana, librarse del pijama, salir a la calle, diferenciar lo que es trabajo y lo que no, marcarse disciplina y horarios. Y tener "compañeros de trabajo", aunque no tengan nada que ver.
JULIO MIRAVALLS es periodista, experto en temas científicos.