PERSPECTIVAS
Las fronteras de la Ciencia

La muerte y el Cosmos

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Carl y Sasha Sagan en una fotografía del álbum familiar cedida al New York Times.

  • Desde el punto de vista de la ciencia no hay ningún motivo (es decir, no hay evidencia empírica alguna) para creer que haya vida después de la muerte

El ser humano es el único animal consciente de su propia mortalidad, y por lo tanto la única criatura terrestre que se pregunta sobre lo que le espera (si es que le espera algo) cuando le llegue "su hora". En los últimos años, algunas investigaciones etológicas han sugerido que nuestros parientes más cercanos, los grandes simios, e incluso otras especies, como los elefantes, quizás tengan algo de consciencia sobre la muerte, ya que parecen mostrar una especie de duelo colectivo cuando fallece un miembro de la manada. Sin embargo, jamás hemos visto ni veremos a dos chimpancés o a dos paquidermos discutiendo acaloradamente sobre si después de la muerte renaceremos en un paraíso, o si todas las creencias en "la otra vida" son supersticiones mitológicas sin fundamento alguno.

Quizás no hay ningún rasgo más característico y exclusivo del Homo sapiens que la angustia ante nuestro irremediable destino final, y las múltiples creencias religiosas que han surgido en diversas culturas para afrontar este dilema. Pero desde el punto de vista de la ciencia, el gran invento humano para descubrir y comprender la naturaleza real de las cosas, no hay ningún motivo (es decir, no hay evidencia empírica alguna) para creer que haya vida después de la muerte. ¿Cómo, entonces, podemos darle sentido a nuestra existencia si descartamos las respuestas religiosas a este problema, o consideramos que cualquier esperanza en otra vida es como mucho una hipótesis indemostrada e inverosímil? Y si somos padres con una visión escéptica y racionalista del mundo, ¿cómo podemos responder a nuestros hijos cuando nos preguntan sobre lo que ocurre después de la muerte?

La semana pasada, Sasha Sagan, la hija del famoso astrónomo y divulgador Carl Sagan, relató en un emotivo artículo publicado en la revista dominical del New York Times lo que su padre le contestó cuando, siendo todavía una niña muy pequeña, le interrogó sobre esta cuestión. Como jamás había conocido a sus abuelos paternos, un día le preguntó por ellos y el creador de la mítica serie televisiva Cosmos -que acaba de relanzarse- le contó con tristeza que habían muerto antes de que ella naciera. Entonces, Sasha le preguntó si no le gustaría volver a verles. Su padre le confesó que nada le haría más feliz, pero que no tenía "ni motivos, ni evidencia, para creer en otra vida", y por tanto no podía caer en "la tentación de creer en algo sólo porque queremos que sea verdad". Eso, le dijo su padre, puede ser peligroso, porque "te pueden engañar fácilmente si no te cuestionas a ti misma y a otros, sobre todo a aquéllos en puestos de autoridad".

Sasha reconoce que aquella respuesta le dejó desconcertada e incluso le sumió en una "crisis existencial", pero su padre la reconfortó con estas elocuentes palabras: "Estás viva en este preciso segundo. Y eso es algo asombroso. Cuando consideras el número infinito de intersecciones y bifurcaciones en el camino que han llevado al nacimiento de cualquier persona, debes sentirte agradecida por estar aquí en este momento. Además, tienes el privilegio de vivir en un planeta en el que has evolucionado para respirar el aire, beber el agua y amar el calor de la estrella más cercana. Estás conectada a todas las generaciones a través del ADN, e incluso a todo el Universo, porque cada célula en tu cuerpo proviene del corazón de las estrellas". Gracias a esta visión científica (¡y a la vez poética!) de la realidad, Sasha Sagan asegura que su padre le enseñó a tomar conciencia de que "estar vivo es algo profundamente hermoso por lo que debemos sentirnos agradecidos". No podemos ni debemos creer en otra vida sólo porque queremos que sea verdad. Pero podemos encontrarle sentido y belleza a nuestra existencia en la gran cadena cósmica del Universo, sin necesidad de inventarnos nada.

@mono_pensante

PABLO JÁUREGUI es responsable de la sección de Ciencia de EL MUNDO