ESPAÑA | OPINIÓN
Desde Baleares

La habitación del pánico

SÓLO los rótulos o cierta cultura penitenciaria han permitido a muchos discernir que Jaume Matas entraba en una prisión de Segovia y no en el gimnasio. El dress code de la revolución bolivariana viste la recepción de una naturalidad que amortigua la pena exhibida por algunos dirigentes del Partido Popular, a los que ya sólo queda el consuelo de que a su ex compañero le vaya entre rejas como a un auténtico corrupto, y no como a un falso monje shaolín.

En el PP acompasan declaraciones embargadas por una envidiable inocencia colectiva, con paladares tan exquisitos como el de Martínez Pujalte, cuya degustación permite escalas tan fenomenales como la del tráfico de influencias muy liviano, como si en lugar de un delito aludiera al espesor de un conjunto de ropa interior de Miranda Kerr. Mientras, en la oposición, se visita a Matas con la misma mano izquierda con la que se enfundaban trajes blancos en Camariñas, retozando en el chapapote, y exponiéndose como ejemplo mientras se señala al culpable con el rastrillo.

En prisión las noticias son contradictorias, se conjugan llamadas telefónicas con una incipiente sordera del ex presidente, que si bien no ha logrado retrasar su ingreso, quizá sirva como eximente para sus desequilibrios presupuestarios con el Palma Arena, o errores de cálculo como la rueda de prensa con la que celebró la reducción de pena que hoy le retiene en Segovia.

Ahora que ser presidente autonómico está dentro de toda sospecha, los supervivientes al apocalipsis judicial en el que se purga o inmola la casta, se arriesgan a disponer dentro de diez meses de un espacio electoral similar a una habitación del pánico. El PP ha entrado en la peligrosa espiral de intentar aislar todo su pasado en la apertura de los informativos. Una aventura de la historia que el Gobierno pretende colocar también como estandarte de la calidad de sus servicios, en un ejercicio de aprovechamiento sólo comparable al de las turbinas del Fortuna, donde ambos comparten la misión de amortizar el despilfarro que han supuesto como símbolos.

El problema es que el pasado del PP empieza a tener hechuras de grupo parlamentario propio, y corre el riesgo de que al votante de derechas empiece a pasarle como a Charlton Heston en El Planeta de los Simios, al que la distracción de los monos no impidió que acabara descubriendo que seguía en el mismo sitio.

@rfcolmenero77